Como cualquier otro ámbito de nuestra vida, claro. No solo lo es el tiempo que podamos dedicar a meditar, a pasear por la naturaleza, a un retiro espiritual o a cualquier otra actividad que nos ayude a reconectar con nosotros mismos. Los despertares -porque hay muchos a lo largo de la vida- llegan cuando llegan, y lo suelen hacer en el momento y lugar menos pensado.
Además del contexto familiar, en el que se mueven poderosas fuerzas sistémicas, el lugar de trabajo es el otro ámbito que nos aporta grandes oportunidades de transformación. Todo lo que nos sucede, toda experiencia que se vive es un extraordinario espejo en el que mirarnos para aprender algo, siempre que le prestemos la debida atención, la plena atención.
Al margen de la labor concreta que llevemos a cabo, y de si ésta tiene mucho o poco que ver con los estudios que hemos realizado (tema éste que da para mucho porque tampoco es fruto de la casualidad), el espacio laboral y las personas con las que lo compartimos son, por un lado, una especie de frontón que nos devuelve nuestras actitudes y comportamientos en forma de reacciones ajenas, y por la otra, un entorno sistémico donde cada elemento interactúa permanentemente con el resto, transformándose y evolucionando. El «entorno» no es un lugar al que culpar de todo lo que nos ocurre y no nos gusta; qué le vamos a hacer…
Distintos tipos de personalidades, fruto tanto de la forma de ser como de la trayectoria vital de cada una, se entremezclan y dan lugar a todo tipo de situaciones. El aprendizaje, cuando se comprenden los mecanismos y dinámicos que gobiernan el grupo, está servido. Reconocerlo y apreciarlo nos permite hacer verdaderos saltos cuánticos.
Lo que experimentamos en cada situación y momento nos aporta pistas de gran valor para saber cómo estamos, cómo nos sentimos, cómo nos relacionamos con nosotros mismos, cómo estamos con respecto a nuestro propósito de vida… Esas horas -que pueden resultar desde desmotivadoras a estresantes, pasando por todo tipo de sensaciones y sentimientos- están repletas de pistas que podemos leer e interpretar para progresar en nuestro autoconocimiento. Si no, siempre está el «entorno» al que responsabilizar de nuestros males.
Este artículo ha sido escrito sin utilizar ninguna aplicación de inteligencia artificial.